lunes, diciembre 2, 2024
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El diálogo como herramienta para fortalecer la resiliencia comunitaria en Alta Verapaz, Guatemala

Alta Verapaz se ubica al norte de Guatemala y es un territorio rural, con mucha riqueza cultural y natural. El 90% de la población es indígena, en su mayoría del Pueblo Q´ueqchí.

Redacción: información www.rimisp.org/     Fotos: cortesía PRISMA

En el marco del proyecto “Siembra Desarrollo” impulsado por Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, se realizaron junto con Fundación PRISMA una serie de intercambios que a través del diálogo han permitido que comunidades y organizaciones de la agricultura familiar de Alta Verapaz, Guatemala, compartan experiencias y aprendizajes con el objetivo de desarrollar un modelo productivo integral y resiliente.

Según explica el sitio web de Rimisp, el despojo violento de tierras, la exclusión y la degradación ambiental amenaza la gobernanza territorial de esta región, profundizando las problemáticas de inseguridad alimentaria y vulnerabilidad.

La pandemia y los impactos climáticos han afectado también la agricultura familiar, evidenciado la importancia de plantear nuevas estrategias de resiliencia que deben ir de la mano con el empoderamiento comunitario y el reconocimiento del liderazgo de mujeres indígenas.

A través de espacios de intercambio entre organizaciones de productores familiares sobre las preocupaciones compartidas, aprendizajes y lecciones se espera estimular un proceso de construcción de propuestas locales y propias que fortalezcan la resiliencia de los sistemas agroalimentarios.

“Una agricultura familiar resiliente y sustentable es clave para garantizar mejores condiciones de vida para las familias, mejorar su seguridad alimentaria y mantener la dinámica productiva en un país que como Guatemala tiene una fuerte producción agrícola”, resalta la Investigadora Senior de Fundación PRISMA, Ileana Gómez.

Uno de los intercambios ocurrió entre las comunidades San Lucas Chiacal y Se´kaj, en el que el uso y elaboración de abono orgánico fue el tema principal. Dentro de la comunidad de San Lucas se ha conformado un grupo de 30 mujeres sobrevivientes del conflicto armado interno, que acompañadas de ADICI, una organización indígena Q´eqchí que brinda acompañamiento técnico, organizativo y metodológico, dejaron de utilizar agroquímicos en sus parcelas para implementar abonos orgánicos e insecticidas naturales.

A pesar de que en Se´kaj se practica el uso de abono orgánico, previo al intercambio todavía se utilizaba de forma alternada el abono e insecticidas químicos, y se desconocía sobre cómo elaborar sus propios insumos orgánicos y planificar una producción con los mismos.

Este fue uno de los grandes frutos del intercambio, ya que el grupo de mujeres de San Lucas compartió su conocimiento y experiencia para la elaboración de abono orgánico, insecticida foliar y lombricompost, y como esto les ha permitido reducir costos y diversificar sus cultivos. Todas las actividades fueron prácticas, con la metodología de aprender haciendo.

Cooperativa ADIOSMAC y otras comunidades de Cahabón

ADIOSMAC (Asociación de Desarrollo Integral Ox’ Eek Santa María Cahabón) es una cooperativa ubicada en Cahabón, conformada por más de 45 familias dedicadas al cultivo de cacao. Al ser parte de un espacio especializado en cacao, se ha dejado de lado el cultivo de otros alimentos que podrían garantizar el bienestar de sus familias.

Este punto fue el eje central del intercambio entre esta cooperativa y dos comunidades de Cahabón acompañadas por el Instituto Fray Domingo de Vico que trabajan parcelas diversificadas: Sesajal y Chibenchen.

En Sesajal el grupo visitó una parcela diversificada de cacao en donde la incorporación de plantas comestibles y árboles frutales ha garantizado la alimentación de la familia, animales domésticos e incluso contribuye a la economía familiar por la venta de cacao y otros productos. Esta dinámica logró mantenerse a pesar de la pandemia y desastres naturales ocurridos en la zona.

Se visitó, además, una parcela de maíz diversificada con árboles alimenticios y canela, donde se rescató la rentabilidad de la canela por su alta demanda y baja inversión para producirla y transformarla para su venta.

En Chibenchen se visitó un huerto urbano con una pendiente bastante pronunciada donde se contabilizaron 17 tipos de cultivos que combinados permiten obtener cosechas durante todo el año.

Para proteger el suelo se han elaborado curvas a nivel y barreras vivas que permiten aprovechar toda la riqueza del suelo y evitar deslaves causados por la lluvia. Este huerto urbano fue creado para suplir de alimentos a la familia, pero han logrado vender varios productos en el mercado local, generando así ingresos para la familia.

La investigadora Ilena Gómez enfatizó que es urgente fortalecer a las organizaciones de la agricultura familiar en sus capacidades de propuesta e incidencia, de manera que “puedan promover cambios institucionales y de políticas a través del dialogo de políticas con autoridades locales y nacionales para incidir en la priorización de acciones, recursos y capacidades este sector de la población, de manera de lograr la mayor resiliencia de los sistemas agroalimentarios”.

Las investigaciones realizadas por el proyecto “Siembra Desarrollo” -ejecutado con el apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC, Canadá)– están mostrando que en el caso de Alta Verapaz la agricultura familiar se encuentra expuesta a muchos factores adversos derivados de los impactos del clima, la pérdida de nichos de mercado y el incremento de precios de insumos producto de la pandemia y de los conflictos internacionales, tampoco es un sector que cuente con programas de apoyo constante y de largo plazo.

Derechos de autor: www.rimisp.org/ 

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