Redacción y fotos: Arely S.
Ser emprendedora viene de familia. Su padre, quien se graduó como ingeniero agrónomo, prefirió dedicarse a su emprendimiento: la carpintería. Su madre, también se dedicó a la confección y lleva 30 años creando diseños, incluso, a escala internacional. Ella, por su parte, es contadora pública, pero su pasión la llevó a emprender.
Karla Lucila Ramírez tiene 33 años y de esos, 12 los ha dedicado a resaltar las cualidades de una mujer. Ella no se queda atrás, con una personalidad humilde y sencilla, su sonrisa es la mejor bienvenida para quien la visita en su salón.
Sus ojos café oscuros, resaltados por un maquillaje experto, el pelo detenido en su puesto por unos sandinos y su boca con un fino brillo, acentúan su sonrisa.

Vive en San Marcos y cada día recorre, al menos, 12 kilómetros para abrir su salón en Merliot. Se levanta desde muy temprano para preparar sus alimentos y no solo el tráfico y los viajes en bus, de más de dos horas, han sido los desafíos que ha tenido que enfrentar.
Su negocio le ha costado dos años de esfuerzos. Luego de trabajar para marcas grandes y reconocidas, una mujer emprendedora, quien también decidió instalar un salón de belleza, la inspiró a tomar las riendas de su propio destino.
Empezó alquilando una estación, un espacio que le permitía trabajar. Eso le ayudó a enterarse de costos, gastos, productos, de todo un poco, hasta que ahorró dinero y puso su negocio, aunque cuatro meses después de aventurarse, la pandemia del COVID-19 la obligó a cerrarlo.
Fueron tres meses difíciles, aunque con la cartera de clientes que logró hacerse, puedo subsistir. Su disciplina financiera y su formación en contabilidad, también ayudó. “Yo llevo libros, llevo mis ingresos, manejo mis costos, los niveles de ganancia y tomar en cuenta los aumentos, es parte de la administración. La contabilidad en el tema de las finanzas es lo que hace que esto vaya funcionando”, explicó Karla.
Pero eso no fue todo. Luego de tener su propio negocio, también se enfrentó a los desafíos de mercado y la competencia. En el local donde se estableció hubo muchos salones de belleza, eso, de alguna manera, jugó en su contra.
Afirma que le costó cambiar el chip de los nuevos clientes en cuanto a precios y calidad del servicio. Según dice, hubo casos que, al escuchar el precio, desistían, pero que, días después regresaban. “Lo difícil y que más me costó, es luchar con esas personas que todavía creen que pueden ponerle precio a un emprendimiento, sin saber qué es lo que hay detrás: sacrificio, momentos difíciles, y conocimiento”, externó.

Y aunque Karla es licenciada en Contaduría Pública, a veces también debe de hacerle de consejera. Ella asegura que, como parte de la atención al cliente, y la confianza que le tienen, debe escuchar sus historias, algunas, más creativas que otras. “Tuve una clienta que venía y tenía su novio y de repente, ya no andaba con ese novio, pero ese novio supo que le trabajábamos lindo y luego nos trae la otra novia. Es de jugar con el hecho de que, si una persona llama para hacer cita, va a ser incómodo que venga la otra persona. Nos las arreglamos. Pero si, sabemos un poco de todo”, relata la exitosa emprendedora.
Esas experiencias, que solo quedan entre cuatro paredes y utensilios de belleza, también han sido de terapia para Karla, quien testifica que le han servido para conocer las realidades de las demás personas y tomar decisiones que vayan por el buen camino.
“Dar ese paso al éxito, aventarnos, emprender, es quitarnos el miedo y confiar estrictamente en lo que nosotros sabemos hacer».
Esa confianza que se ha ganado, por el buen trato, el trabajo, la experiencia y profesionalismo, le permite tener clientas de varios lugares del país. Explica que una de ellas viaja desde San Miguel para ser atendida. Otras, la visitan de Santa Ana, San Salvador y de los alrededores donde tiene su salón.
Gabriela Reyes Delgado es una de sus clientas y detalla que ser dedicada, buena persona y complacer al cliente, son las cualidades de Karla. “Hay gente que pone excusa vivir lejos para no abrir su negocio, pero ella es de las personas que, si una clienta le pide cita bien temprano o bien tarde, lo hace, por lo que, venimos siempre, porque aparte de que trabaja bien, nos complace”, agrega.

Oportunidades de crecimiento en todos lados
Y como donde existe la espina del emprendimiento, surgen buenos proyectos. Recientemente vio la necesidad de ofrecerles a sus clientes, algo más que embellecerles y, aunque la atención personalizada incluye una tasa de agua, te o café, vio una oportunidad de aumentar sus ingresos.
En la entrada del salón, que tiene aproximadamente dos metros de ancho y unos cinco de largo, hay una vitrina con una estación de dulces. De las paredes, además de los esmaltes de uñas y productos para el cabello, también cuelgan tiras de dulces embolsadas, semillas, e incluso juguetes. Al final del salón, se visualiza una estación de boquitas. “A veces las clientas quieren un snack para estar comiendo mientras son atendidas y “tarán”, tengo estas opciones para que puedan comprar mientras se encuentran acá”, comentó Karla, mientras una sonrisa surgía de su rostro.
Karla se ha especializado en diferentes necesidades. En una de sus paredes cuelgan los diplomas que la acreditan en las ramas de cabello, uñas, pedicure clínico, manicure, tintes. “Llevar la belleza y lo clínico, fusionarlo, que es algo que no es tan visto”, agrega al dirigir la mirada a su galería de diplomas.
Actualmente sigue especializándose y aunque el sacrificio requiere cerrar algunas horas su negocio, su estrategia le ha permitido continuar atendiendo a sus clientas, extendiendo los horarios por la noche.
Ella aspira a continuar ganando conocimientos, especializándose en más ramas de la belleza, no solo con la idea de complacer a sus clientes, sino también de llevar el sustento diario a su familia.
Su sueño también es ser inspiración para más mujeres que aún no se atreven a emprender. “Dar ese paso al éxito, aventarnos, emprender, es quitarnos el miedo y confiar estrictamente en lo que nosotros sabemos hacer. Confiar en eso que está innato en nosotros, dejarte llevar, que fluya y aferrarte a algo, como a mi eslogan que es jugando, creando y divirtiéndome, yo por eso disfruto mi trabajo y eso me da el sustento para mí y mi familia”, finalizó la emprendedora salvadoreña.